TOY STORY 4 (2019)

Siempre habrá un amigo en mí

★★★★

Raul Sanz - @raulwolfy                                                                                          28 de junio del 2019

En 2014, el anuncio de la producción de una cuarta entrega de Toy Story no fue muy buen recibido por los fans de la franquicia. El final perfecto de Toy Story 3 (2010) no merecía ser manchado por una nueva cinta que estirara la serie de Pixar y solo buscara beneficios económicos. Qué equivocados estábamos. 

Sin embargo, Toy Story 4 (2019) es una divertida, emocionante y necesaria historia que habla sobre el cambio y la importancia de madurar. De hecho, parece que nos hable directamente a nosotros, al público que creció con las primeras tres entregas. Nos cuida y nos avisa de que todo lo que venga por delante no será lo que uno espera, pero eso no es necesariamente malo. Los cambios, al igual que Toy Story 4, son buenos.

LO BUENO

  • Nivel de animación.
  • Banda sonora.
  • Los nuevos personajes (Forky, Ducky y Bonny y Duka Caboom.
  • El mensaje de cambio

LO MALO

  • Elenco original con poca participación.
  • Demasiados giros argumentales en el tercer acto.

Hemos crecido junto a Woody y compañía. Y, en todos estos años, nos han mostrado lo importante que es un juguete para su niño y viceversa. Se trata de una película con la animación propia del 2019 pero que sigue con el alma de una película del 2000. Y es que Pixar no hace una película mala. Y si, además, le añades a Josh Cooley (Inside Out, 2015) como director, solo puede salir algo bueno.

Una de las primeras transformaciones que impactan es a nivel visual. El cambio es sencillamente espectacular: puedes contemplar los brillos de la porcelana, las lágrimas, la tela de los juguetes... y los escenarios exteriores con sus increíbles detalles.

El prólogo es una de las mejores cosas que ha hecho Pixar. Cuando empiezan a sonar los primeros compases de Hay un amigo en mí es imposible que el niño que todos llevamos dentro no intente asomar la cabeza para bailar al compás de Randy Newman. Esta mítica canción acompaña una recopilación de momentos en la vida de los juguetes; desde sus aventuras con Andy hasta que toma el relevo Boonie. Una secuencia resuelta con planos circulares que te hace coger asiento para los próximos 96 minutos de película.

Sabe qué hacer en cada momento. Nos da momentos cómicos cuando los necesitamos; nos perturba cuando nos presenta algo desconocido; y nos emociona en el instante adecuado. Pese a ello, tiene poca progresión. Prueba de ello son los pocos escenarios que se recorren. Podríamos decir, entonces, que se trata de un cortometraje de hora y media. 

Esa larga duración provoca que se quieran hacer demasiados giros dramáticos en el tercer acto, hecho que incita a la pesadez. Sin embargo, todo es salvado a través de la inclusión de nuevas figuras. Esta frescura causa que personajes como Duka Caboom, Ducky, Bunny y Forky encajen perfectamente y sean tremendamente graciosos.

Pixar ha conseguido cerrar de una manera conveniente una de las mejores franquicias del cine, emocionando y respetando todo lo acontecido hasta el momento. Y sabe jugar sus cartas. No busca la emoción constante, pero te rompe por dentro con ese final si eres un espectador fiel desde la primera entrega.


Aunque tenga un rol muy diferente, Woody sigue siendo el gran protagonista de la película. Todo gira entorno a él. Sí, de una manera diferente, pero, al fin y al cabo, entorno a él. Vemos un vaquero temeroso que está en mitad de una crisis existencial y que intenta ayudar a Forky haciéndole entender que es un juguete y mostrándole cuánto lo ama Boonie. Algo similar a lo que pasó con Buzz Lightyear en la primera, vaya.

Además, reaparece Bo Peep que aporta una visión totalmente diferente a la cual se nos había presentado durante toda la película: no tener a un Andy también puede ser bueno. El valor de ser libre y enfrentarte a todo, te hace disfrutar de igual modo o más. No se busca hacer feliz a alguien; solamente a uno mismo. Y eso contrasta con la eterna fidelidad de Woody que se ve rota en el desenlace.


Y, como ya nos tienen acostumbrados, se vuelve a producir otro rescate. Es ley de vida. No es Toy Story si no hay un rescate de por medio. La única gran pega es la poca importancia que cobran los personajes originales, en especial Buzz Lightyear. Además de perder protagonismo, su presencia es cómica en todo momento, a causa de su nuevo bajo intelecto. No obstante, no se hace pesado y, contrariamente, se disfruta cada (poca) secuencia en la cual aparece. Es cierto que se podrían haber fijado, por ejemplo, en como Avengers: Endgame (2019) homenajeó a las figuras originales en la última entrega

Hemos reído y nos hemos emocionado junto a ellos. Echaremos de menos sus locas aventuras y sus grandes esfuerzos por hacernos felices. Los juguetes han aprendido a madurar, ahora es el turno de que los más adultos acepten que esto es un adiós. Es un cierre perfecto para una saga inequívoca. Buzz afirma al final de la película que ''ella (Boonie) estará bien''. La pregunta es: ¿Lo estaremos nosotros?

Hasta el infinito y más allá.



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